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Eivissa, 29/07/05

El pleno de los 65 decibelios

Ni motores trucados, ni camiones de basura ni persianas metálicas. Los debates políticos se han destapado como una de las principales fuentes de contaminación acústica de la ciudad, a juzgar por las mediciones realizadas ayer por el concejal del PP Antoni Prats durante el pleno celebrado por el Ayuntamiento de Eivissa. La mejor forma de evitar ser multado por la autoridad competente es ejercitar el internacional lenguaje de los signos.

M. MARÍ

Convencido de que los políticos deben predicar con el ejemplo, el concejal del Partido Popular Antoni Prats decidió acudir al pleno que debía aprobar la nueva ordenanza municipal contra los ruidos provisto de un sonómetro capaz de detectar el más mínimo murmullo que sobrepasara los límites de la legalidad.

El aparatito en cuestión se convirtió en el protagonista de un largo debate que transcurrió a una media de 70,8 decibelios de sonido ambiente, llegando a alcanzar los 75 cuando aparecía en escena el sonido de algún que otro móvil despistado. Para una vez que asisten tres personas de público a un pleno, van los concejales y montan lo del sonómetro, proporcionando así una imagen más parecida a la de los plenos infantiles que celebra la corporación o a un episodio de Barrio Sésamo que a un debate de alta política municipal.

«El móvil ha marcado 75 decibelios; multa para el que haya sido», recriminaba en tono acusador el concejal Prats ante los atónitos espectadores.

El propio Juan Rubio evitó estrenar la lista de los sancionados por el Prats-sonómetro utilizando en sus intervenciones un tono de voz muy inferior a los decibelios previstos por la normativa impulsada por el departamento que dirige. Sin ocultar cierto grado de nerviosismo e incredulidad por la presencia del aparato de marras, Rubio inició su intervención aplaudiendo (flojito, eso sí) el «show» del concejal del PP. Tan preocupado estaba en no superar los límites de la contaminación acústica que incluso protagonizó unos instantes de silencio para comprobar si el sonido «es de dentro o viene de fuera», que no es lo mismo. De hecho, en algunos momentos, Xico Tarrés tuvo que dirigirse a sus compañeros con una ostentosa gesticulación capaz de disipar cualquier ruido de fondo que pudiera interferir en el ambiente acústico de la sesión. Al final se descubrió el pastel, las mediciones se hacían junto al micrófono que utilizan los concejales para sus intervenciones. «Cada vez que hablo sube la media de ruido registrada», reconocía el impulsor del experimento, a lo que el alcade no tuvo más que contestar: «Pues deje usted de hablar» para dar por finalizado el debate.

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