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OBRAS EN VERANO. REPORTAJE
Madrid, 17/07/05

A martillazos día y noche

Los efectos de las obras y el ruido propio de la gran ciudad se agravan con la llegada del calor

Los datos oficiales indican que en Madrid, cada día, hay 900 zanjas abiertas simultáneamente. La mayoría corresponde a averías en las canalizaciones, pero también hay en marcha 75 grandes obras de infraestructuras acometidas por las tres administraciones. Los vecinos están hartos de las incomodidades que provocan en la ciudad, sobre todo los que viven cerca de ellas. Y con la llegada del verano, la situación empeora. El calor obliga a abrir ventanas y a enfrentarse a largas noches de sofoco en las que, a modo de nana, se oyen máquinas taladradoras, carretillas y el ir y venir de los operarios. Los turnos se doblan para acabar los proyectos a tiempo, y los vecinos ven cómo disminuyen sus horas de sueño.

EVA LAMARCA

"Papá, Madrid está rota", le dice a José Luis Kaiser su hija. No es para menos. La calle de O'Donnell, donde viven, está levantada de principio a fin por las obras de prolongación del túnel, una de las vías de salida más importantes de la capital. Las máquinas tuneladoras, los productores de energía y los camiones que retiran tierra provocan ruidos y molestias a los ciudadanos que, inevitablemente, han aprendido a convivir con ellas. "Nos hemos resignado, es cierto", afirma José Luis. Se han resignado porque, en muchos casos, la ordenanza del ruido permite a los obreros trabajar las 24 horas del día o los fines de semana y festivos.

Con la llegada del verano y del calor, las incomodidades de las 900 zanjas diarias simultáneas y 75 grandes obras que sufren los madrileños se multiplican: el ruido traspasa más que nunca las casas en esta época de ventanas abiertas y noches bochornosas.

O'DONNELL "Lo peor, cuando trabajan a las seis de la mañana"

José Luis llega cargado con un canasto de bebé a la puerta de su casa, en el número 29. "No puedo acercar el coche hasta la puerta desde que empezaron las obras", explica. A dos metros de su portal se extiende una valla que tapa las zanjas. Ningún vehículo puede acceder hasta aquí. Justo en la esquina, 12 operarios construyen lo que será el techo del túnel prolongado. Varas enormes de acero resuenan cada vez que caen al suelo. El ruido es difícil de soportar. "Lo peor es cuando se ponen a trabajar a las seis de la mañana, y más ahora en verano, que tenemos las ventanas abiertas. No se puede descansar", protesta José Luis.

Según la vigente normativa del ruido -renovada en mayo de 2004 por el actual gobierno municipal-, el Ayuntamiento está obligado a informar a los ciudadanos sobre los niveles sonoros y a publicar mapas actualizados de contaminación acústica. Así, el Consistorio tiene distribuidos por todo Madrid 30 aparatos fijos -llamados sonómetros- y tres vehículos móviles que captan el nivel de ruido de la ciudad. El objetivo, para adecuarse a la directiva de la Comisión Europea, es impedir que la población esté expuesta a niveles de ruido superiores a 65 decibelios. Entre 35 y 40 decibelios, la comunicación oral es complicada; a partir de 65, la conversación sólo puede mantenerse a gritos.

Sin embargo, según datos oficiales, más de cuatro millones de madrileños, el 80% del total de la región, viven sometidos a niveles de ruido superiores a los máximos recomendados por las autoridades sanitarias, pese a que las obras que los produzcan se realicen en horario legal.

Los puntos más bulliciosos en el mes de junio en la capital fueron el paseo de Recoletos (68,9 decibelios), la zona de las Escuelas Aguirre (74,7), la avenida de Ramón y Cajal (69,1), la plaza de Castilla (69) y la avenida de Isaac Peral (68,5).

Frente a la resignación de José Luis, los vecinos de los números 3 a 9 de O'Donnell sí se han quejado. Hasta 30 protestas registró la caseta municipal instalada en la avenida de Menéndez Pelayo para informar de las obras. Los interesados no querían que la entrada del túnel se construyera en la puerta de sus casas. Se asociaron y plantearon una alternativa supervisada por un arquitecto. La presión de este grupo ha conseguido que el Consistorio desplace 130 metros la entrada del túnel y la sitúe en el cruce de O'Donnell con Alcalá, cerca de la estatua ecuestre de Espartero.

PRINCESA "No me extraña que los vecinos se quejen"

Unos focos de luz iluminan la boca del metro en el que trabajan unos operarios. Los edificios cercanos al Corte Inglés de la calle Princesa, donde se desarrollan las obras de la línea 3 del metro, sufren los ruidos y las potentes luces a altas horas de la madrugada. Taladradoras, máquinas de inyección, carretillas... Mientras Madrid trata de dormir las máquinas cobran vida. Los conductores se quejan porque la vía está cortada y deben desviarse hacia la calle Hilarión Eslava.

En Romero Robledo, perpendicular a Princesa, no cesan de escuchar, las 24 horas del día, ruidos "insoportables" por culpa de las obras del subterráneo. Han llamado a la policía e interpuesto ante el Defensor del Pueblo una denuncia, admitida a trámite. Pero todo es legal. La normativa permite que las reformas de "reconocida urgencia" -caso de las del metro- en la vía pública se lleven a cabo durante todo el día.

"No me extraña que los vecinos se quejen", afirma el guarda de la obra; "si no lo hicieran, no estarían bien de la cabeza, porque aquí el ruido es ensordecedor". En ese momento un trabajador sale de la caseta de descanso para iniciar un nuevo turno. Son rotatorios. Y no paran.

La Consejería de Transportes de la Comunidad, responsable de los trabajos, ha dado instrucciones para que las actuaciones en el exterior se suspendan por las noches, pero también afirma que las obras "deben seguir el proceso lógico de ejecución" para que estén terminadas a tiempo.Una señora, que trata de buscar un espacio por donde cruzar, refunfuña: "Yo estoy indignada con este gobierno, que se gasta el dinero en obras que son innecesarias". Su portal es casi invisible.

Delante, a escasos metros, tiene las vallas de obra. "Por las ventanas entra una cantidad de polvo increíble", cuenta.

CIUDAD LINEAL "Este infierno que se oye es mi dormitorio"

Un martillo neumático taladra el suelo y la cabeza de algunos residentes de la calle de Hernández de Tejada. "Intentaba hablar con la policía y no podía del ruido que hacían", explica un vecino del número 10. Junto a su edificio se está construyendo una casa. "Este infierno que oye es mi dormitorio", informó a la Policía Municipal el afectado, que había llamado a los agentes para denunciar los ruidos que padece.

No son sólo las obras municipales las que tienen la ley de su parte. La ordenanza del ruido permite realizar obras en casa desde las ocho de la mañana y hasta las nueve de la noche en días laborables, y entre 9.30 y 21.00 los sábados, domingos y festivos. "La locura es que Gallardón quiere un Madrid sin ruidos, pero la ley permite que el sábado por la mañana alguien taladre, literalmente, mi cabeza", se queja el mismo residente. La comunidad de vecinos afirma que, desde hace algunos días, los operarios comienzan a trabajar a las siete de la mañana. "Es para que el calor de la tarde no les pille, pero no nos dejan descansar".

Vivir junto a un parque de bomberos

Parque de bomberos número 1 de Madrid. Doce de la noche en la calle de Santa Engracia (Chamberí). Se escucha por megafonía: "¡Manolo, que te llama tu mujer!". "No pueden ir a decírselo a él directamente?", se pregunta Cristina Igoa.

Cristina vive en la calle Bretón de los Herreros, al lado del parque de bomberos y de una sede de los camiones de limpieza del Ayuntamiento. Además de estar informada de todos los incendios, sufre otras consecuencias.

"Puedo entender que suenen las sirenas, que se den avisos por megafonía en los casos de urgencias, pero no que cuando un camión llega de hacer su trabajo haga sonar la bocina a modo de saludo", protesta.

Además de los camiones de bomberos, Cristina, junto con sus compañeras de piso, padece el ruido de los vehículos de limpieza. "Yo oigo a los trabajadores de Madrid Limpio gritando, y cuando echan marcha atrás, un pitido que hacen", explica Patricia Segura, otra inquilina que no logra conciliar el sueño. Y afirma que no lo tiene ligero. "Es a todas horas, las cinco o las seis de la mañana". "¿Sabes cuando el camión de la basura se para delante de tu casa y el ruido es insoportable?, Pues eso todo el día", agrega Cristina. En invierno, cuando cierran las ventanas de su casa, "los cristales vibran".

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