Granada, 14/2/3 La chapuza pública S. A.Treinta y cuatro familias denuncian la larga lista de desperfectos, todavía sin arreglar, de .un edificio entregado por Emuvyssa en el año 1996 JOSÉ R. VILLALBALA barriada de la Chana acoge desde 1996 a 34 familias con residencia en el edificio Zeus, promovido por la empresa municipal de la Vivienda y el Suelo -Emuvyssa-. Viven en la calle Estrella número 18. Pero se han estrellado más de veinte veces contra la misma piedra: una «chapuza» de construcción. Fernando Vasco pagó 63.000 euros por un duplex de noventa metros cuadrados cuya memoria de calidades olvidó incluir el elemento sorpresa que, día a día desde hace siete años, perturba su salud. Cuando entra a su piso con ganas de descansar, la televisión no deja de bombardearle con mensajes que él no desea escuchar. De hecho, ni siquiera enciende este aparato. Cuando huye hacia otra habitación, se topa con las conversaciones de la familia del piso de al lado. Y por las mañanas se despierta con el ruido de un despertador. Pero no es el suyo. Él no cree en fantasmas, achaca estos ruidos al fino tabique que separa su vida privada de la de su vecino. Aunque en este edificio hablar de privacidad resulta casi un chiste, teniendo en cuenta, los escasos centímetros de grosor que separan las paredes de una vivienda y otra. «Nos prometieron un doble tabique, pero esto es lo que nos dieron», señala Diego Cejudo, presidente de la comunidad de propietarios del portal número 18 de la calle Estrella. Emuvyssa recibió las primeras quejas vecinales, a título personal, sólo 30 días después de entregar estos pisos. El 9 de julio de 1997, la comunidad de propietarios denuncia la existencia de humedades, grietas, de materiales de inferior calidad a los prometidos, así como goteras y otros desperfectos. Y el 28 de agosto de ese mismo año, los inspectores del servicio técnico del área de Arquitectura y Vivienda de la delegación provincial de Obras Públicas proponen unas actuaciones determinadas para subsanar las «patologías» observadas en el inmueble. Pasaron doce meses y por allí no apareció nadie. Las grietas eran más grandes, la fina capa de yeso se caía a trozos, y las humedades florecían por más sitios. Aún no había llegado lo peor. Vasco y Cejudo inician una excursión por las zonas comunes de este edificio, compartidas a diario por 34 familias. «Mirad el suelo», dicen dirigiéndose a los periodistas. El color de la solería era blanco. Ahora, siete años después de su instalación, se combina con manchas negras. El material prometido por Emuvyssa, cuando formalizó en 1993 los contratos de compra con los propietarios, «no es éste». Las manchas tampoco son fruto del gusto de sus moradores, más bien de la pésima calidad de una solería carcomida por elementos como el agua filtrada desde las terrazas y bajos, o simplemente desgastadas por el paso del tiempo. ActuacionesEl 22 de septiembre de 1999, Emuvyssa inicia el pulido de algunas partes de este pavimento. Pero sólo de algunos pocos metros, y el resultado infructuoso les hace declinar en el intento de seguir. Al mismo tiempo, los operarios de esta empresa deciden arreglar el sellado de una cristalera del cuarto donde se ubican las instalaciones del gas, por donde se filtra el agua. Al día siguiente, se vuelve a estropear. Hoy sigue entrando agua. Cansados de protestar y de recibir portazos, por fin aparece una resolución de la Consejería de Obras Públicas con fecha de 15 de noviembre de 1999 que culpa de los defectos constructivos a la dirección técnica y a la constructora de este edificio que paradójicamente es bautizado con el nombre del dios de los dioses griegos. Nadie sabe si en honor a la gran chapuza. A partir de ahí, las resoluciones de esta Consejería no han dejado de respaldar las protestas vecinales con cuatro expedientes sancionadores que imputan multas tanto a Emuvyssa como al resto de los responsables de esta construcción. Pero de momento, todo sigue igual. El pasado mes de diciembre un elemento metálico de la fachada cayó en lo alto del coche de un vecino de este inmueble. Denunció y el seguro ha pagado. A los pocos días apareció una cuadrilla de albañiles que trabajan para Emuvyssa y empezaron a picar la fachada. «A nosotros no nos dijeron absolutamente nada y de repente nos encontramos con vallas, con trozos de fachada desprendidos y con unos pintores que el último día decidieron adecentar la parte externa del edificio», denuncia el presidente de esta comunidad de propietarios. Dos meses después, el trabajo sigue sin acabar, y el edificio se asemeja más a una casa en ruinas que a a una construcción del año 1996. Los vecinos del portal 18 de la calle Estrella también asistieron en directo al deslizamiento desde la quinta planta de uno de los bloques de una capa de yeso de un metro de longitud, que fue a parar a un patio interior, cuatro meses antes de que la fachada comenzara a desprenderse. Esta ráfaga de despropósitos les ha costado a cada vecino los honorarios que percibirán el arquitecto encargado de elaborar un estudio sobre los desperfectos detectados en el inmueble, los servicios de un notario que levantó acta del penúltimo desprendimiento de una capa de yeso caída desde un quinto piso, y de una abogada que les defenderá en el juicio del próximo día 11 de marzo contra Emuvyssa. Todo sigue igualMientras llega la hora del juicio, a Fernando Vasco se le cae con más rapidez el yeso de las paredes de su piso, las grietas cada vez son más largas y el agua no deja de filtrarse por las cocheras, las terrazas y la planta baja del edificio. «Estamos muy cansados de todo esto, pero llegaremos hasta el final hasta que nos cambien la solería y nos arreglen todos los desperfectos, que no son pocos, aparecidos desde 1996 hasta la fecha», apostilla David Cejudo. Ojalá que el pésimo estado del inmueble no se cobre más accidentes, «porque hasta ahora los desprendimientos no han pillado a ninguna persona, pero como ocurra una desgracia veremos a quien le pasa factura». Estos vecinos hablan de «chapuza S. A.», para referirse a la empresa promotora de capital público.
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