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Zaragoza, 30/4/2001
Carmen Bandrés
Escritora
Ruido
El ruido, ese fragor que limita nuestra calidad de vida, celebra su Día Internacional; un aldabonazo de alerta para advertirnos de las graves consecuencias que este elemento, tan firmemente unido a la civilización, encierra para la salud.En nuestra Comunidad, la amenaza del ruido se centra en tres pilares fundamentales: discobares, tráfico y obras. Los dos últimos suponen un tributo devengado por nuestra dependencia del automóvil y por la necesidad de adaptar nuestro entorno a las exigencias del progreso; por lo que respecta a bares y establecimientos de ocio, cualquier dulce balada se transforma en estruendo insoportable cuando se la aplica suficiente energía en forma de decibelios: si resulta insufrible incluso para los vecinos, cabe imaginar sus efectos en la joven clientela que, aturdida por el estruendo, tal vez encuentra en el alcohol y las drogas de diseño un analgésico eficaz para superar un ambiente tan hostil... Según los especialistas, el hecho de someterse voluntariamente a semejante experiencia en nada restringe sus efectos nocivos.
Por suerte, la normativa en contra del ruido se va a endurecer y el límite establecido, 63 decibelios, señala una frontera que mejora en mucho la situación actual. Los únicos ruidos solidarios, que toda la comunidad debería soportar con generosidad, son las señales acústicas que indican a los deficientes visuales el paso libre de un semáforo.
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