Los momentos del ruido

Estamos más que acostumbrados a convivir con el ruido. Pero hay ruidos y ruidos, y esta es la razón de que todos deseemos que se estudien y adopten medidas para que su impacto en nuestras vidas sea el menor posible. Y hay quien ya lo hace. Por poner un ejemplo reciente, Benidorm está en la tarea de instalar modems en los equipos de música de determinados locales para vigilar en todo momento el nivel de decibelios que de ellos sale. Y en la misma ciudad se han tomado otras iniciativas que han reducido el nivel de contaminación sonora hasta los 55 decibelios, según ha expresado el concejal de Seguridad Ciudadana, que coinciden con el máximo aconsejado por la OMS para lugares considerados tranquilos. Pero estas intervenciones no se prodigan mucho y, además, en otros lugares ni siquiera hay una adecuada legislación, o no la hay. Y donde la hay, rara vez se suele hacer cumplir. ...

En cualquier caso, las personas solemos adaptarnos a casi todo aunque, en este caso, sea a costa de nuestra salud. Así, nos habituamos a soportar, con mejor presencia de ánimo los sonidos altos cuando salimos por la noche, en ambientes musicales. O casi no nos enteramos del estruendo del tráfico cotidiano o del alto murmullo de voces en el mercado o en un espectáculo deportivo. Ahora bien, lo que sí esperamos de la vida, cuando nos toca descansar de verdad, normalmente en el fin de semana y poder por consiguiente levantarnos el domingo más tarde de lo habitual Ðdespués precisamente de esa noche de fiesta o de marchaÐ, es quedarnos un poco más en la cama. Por eso, cuando alguien a las diez de la mañana enturbia nuestro sueño, destapa nuestro frasco de los improperios. Y más si quien lo hace lo hace Ðuna y otra vezÐ con este golpetazo de altavoz: ¡Atención, atención!, ha llegado a su localidad el tapicero, hacemos toda clase de arreglos... ¿Verdad que es terrible?

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