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Granada, 22/4/2001
El río de la vida
Discotecas con ruedas
Andrés Cárdenas
La moda que ha cundido entre los jóvenes conductores que llevan la ventanilla bajada y la música a todo volumen, es la de incorporar en el interior del vehículo luces de neón que se apagan y se encienden como si fuesen el flash de un fotógrafo. Se lo vi la otra noche a unos mozos que iban con su coche por Pedro Antonio de Alarcón con la música Bakalao haciendo retumbar los cristales de los edificios por los que pasaban. Por darle una explicación al asunto, seguramente lo hacen por alargar indefinidamente su tiempo de discoteca. Estos imberbes de sentido común atrofiado no tienen bastante con el ruido y las alucinaciones que sufren dentro de un local atestado de malas costumbres que deciden trasladar el espectáculo al automóvil. Allá iban ellos, riendo y bebiendo montados en una lata y cuatro ruedas, convirtiendo el receptáculo en el que viajaban en una discoteca ambulante y convirtiéndose así ellos en candidatos a engordar las cifras de muertos de fin de semana.La dirección General de Tráfico ha calculado que en estas pasadas vacaciones de Semana Santa el 30 por ciento de los accidentes han sido provocados por la velocidad y otros tantos por el alcohol. Y que en la mayoría de los casos han tenido que ver los jóvenes que conducen temerariamente y con algo de alcohol en el organismo.
Para existir con su alegría en el cuerpo esta juventud no tiene mejor recurso que alargar la juerga hasta el límite que pone en peligro sus vidas. Es difícil hacerles comprender que se están comportando como corderillos que van al matadero. Ellos creen que no los entendemos porque prefieren ir así antes que esperar serenamente dejar de ser unos cretinos. Estos automovilistas están dispuestos a morir soñando que recalarán en un cielo en el que siempre hay abierta una discoteca. Anteponen a todo su deseo de ir a 160 Kilómetros por hora y con la música del coche a todo volúmen, oyendo gritos de los cantantes de moda y las infernales notas de música del momento. Notas que oirán perfectamente antes de hacerse pedazos, cuando sus cuerpos queden machacados entre la chatarra.
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