Eibar, 14/09/03 Vecinos indiscretosEn Eibar proliferan las quejas por ruidos molestos en las viviendas y en la calle Animales, bares y electrodomésticos a gran volumen centran las protestasJavier RodríguezHace unos días la Guardia Urbana de Eibar fue requerida por vecinos de una céntrica calle, incapaces de conciliar el sueño por los ruidos que procedían de un local hostelero ubicado en las proximidades. Dicho y hecho. Los agentes que acudieron a la llamada comprobaron que sus quejas resultaban fundadas, porque la lavadora que se encontraba en marcha a aquellas horas intempestivas -a fin de aprovechar la tarifa nocturna de electricidad-, rebasaba en su ajetreo los 30 decibelios permitidos.Aquel no fue un hecho aislado, ni mucho menos. La Policía Municipal acumula quejas, e incluso denuncias, de un carácter similar, relacionadas con los ruidos generados por actividades industriales, comerciales o de gremios profesionales, pero especialmente por el comportamiento, a ese nivel, de algún habitante del mismo inmueble. Son los vecinos indiscretos que, quien más, quien menos, se ha visto obligado a soportar en alguna oportunidad. «Es típico que la gente se queje de los bares, pero también lo hacen, sobre todo, de que alguien en su vecindad tiene puesto muy alto el volumen del televisor, de la radio o del equipo de música», revela José Miguel Calle. El responsable de la Policía Municipal de Eibar afirma que, en la mayoría de los casos, una simple advertencia es suficiente. «Si se niegan a abrir la puerta de su domicilio o a bajar el volumen, se denuncia automáticamente la actuación, aunque eso sucede pocas veces», relata. Otra causa de protesta vecinal tiene que ver con el reino animal. Las mascotas no siempre son comprendidas ni soportadas por los moradores del piso de abajo, desquiciados por los ladridos a deshora de un perro, los maullidos de un gato y cualquier otro sonido que uno se pueda imaginar. «Tuvimos quejas por un loro enjaulado en la zona de Urki que, al parecer, no dejaba de cantar», comenta Calle, que no puede olvidar aquel tiempo en el que el propietario de un bar tenía un gallo que, con el amanecer, adelantaba el despertador del vecindario con singular estruendo. Muchas anécdotasProliferan las anécdotas, como la de la mujer que se coloca los tacones bastante antes de salir a la calle y martillea las sienes de sus convecinos. O la del quese dedicaba de noche a limpiar los azulejos con una navaja y provocaba la dentera de los demás. O, rizando el rizo, la del individuo desesperado «por las prácticas de magia alemana que, según aseguraba, ejercía su vecino», cuenta Calle.Claro que algunas personas se encuentran tan sensibilizadas con lo que para ellas supone un gran problema que, en ocasiones, imaginan las situaciones denunciadas. «Recuerdo que un señor mayor nos llamó porque decía que había mucho ruido en el bar situado bajo su vivienda, pero comprobamos que, en realidad, se encontraba cerrado. Al explicarle ese detalle el hombre se calmó y nos dijo ahora ya me quedo más tranquilo y podré dormir ».
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