Jerez, 1/5/3 La columnaRuidososFrancisco LópezDICEN los sabiondillos de la ecología social que España es el segundo país más ruidoso del orbe, después de Japón. Así, al pronto, lo de la vocinglería y el traqueteo nipón me produce su pizca de extrañeza; pero, a poco que lo pienso, es que me lo puedo hasta creer. Cierto es que los japoneses son un pueblo con maneras públicas de figurantes de cine mudo: andan como si bisbiseasen, saludan con sordina. Pero no se dejen engañar: porque un país entero que está empeñado en aprender a bailar bulerías capaz es de ponerse de acuerdo para estornudar todos en el mismo instante, valga el símil.¿Pero nosotros, los españoles, ruidosos? Es que no me lo creo. Vamos, falso: imposible. En España, no existe ese vecino que sobresalta tu plácida pereza finisemanera y te desvela cantando desde la ducha, el transistor a toda pastilla; ése que te joroba todas las siestas con el taladro y el bricolaje --¡maldita sea su estampa!--; ése que agrede tu rodalito de silencio con el atronador gorigori de los replicantes de Operación Triunfo o de la última hornada de pseudocalentitos -¡cómo desafinan, por Dios!--. En España, los bares no son ruidosos, ¡qué va! La máquina del café, el pitorrito de calentar la leche y la trituradora de la molienda laboran con sordina: no molestan lo más mínimo. El camarero agita la mercadería lozacristalera del fregadero con mimo: como si de colada de seda se tratase. Y entre los clientes, nadie chilla, nadie martillea el piano de la tragaperras, nadie te expele el humo de su cigarro a la cara, nadie escupe a tus pies. En España, nadie osa perturbar el adormecedor traqueteo del AVE con la bocina de su móvil, con la impudicia altavoceada de su íntima conversación. En España, los tubos de escape de las motos, y los bafles de los garitos, y los martillos neumáticos de los pertinaces levantacalles, y los juegos inocentes de esa pandilla de niños entrañables que vociferan su cumpleaños; todos, toditos cumplen con las normativas sobre decibelios. ¡Ah!, y no nos hace falta que el Gobierno aprueba su nueva Ley represora: porque, en España, todo el mundo respeta a todo el mundo. ¡Ruidosos, nosotros! ¡Envidia es lo que nos tienen!
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