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Badajoz, 14/3/2003
Germán Trinidad Ramos coordinador del programa de detección precoz de la sordera de Extremadura

«Soportar 75 dB en la calle de forma puntual no causa problemas de audición»

«En los colegios sí hay graves problemas de contaminación acústica, en aulas y patios».

«Los vecinos que soportan el botellón, sólo pueden protegerse intentando ignorarlo»

ROQUE ALONSO

El doctor otorrinolaringólogo Germán Trinidad es coordinador del programa de prevención de la sordera de Extremadura, gracias al cual todos los recién nacidos en la región desde enero de 1995 (unos 24.000) han sido examinados para prevenir los problemas derivados de una falta de audición y poder actuar cuanto antes para solucionarlos. Han detectado un 1% de bebés que sufrían algún tipo de sordera, aunque sólo 1 de cada 5.000 han sido casos graves. Le entrevistamos con motivo del informe que califica a Badajoz como una ciudad ruidosa.

El Laboratorio de Acústica de la Uex ha detectado hasta 75 dBA en numerosas calles de la ciudad, ¿qué problemas puede causar este elevado nivel de ruidos en la salud de los pacenses?

El problema no está en soportar 75 o más dBA de forma puntual en la calle, si no para quienes no pueden evitar ese sonido durante muchas horas o son muy sensibles al ruido, «alérgicos al ruido» podríamos llamarles. Para ellos, una exposición prolongada a estos decibelios puede dar lugar a lesiones permanentes.

¿Entonces, los oídos 'normales' no sufren ningún perjuicio con los elevados ruidos en una calle o en un local cerrado, o en un vehículo, durante horas?

El oído tiene sus sistemas de defensa, y las personas 'normales' ante cualquier ruido excesivo (más de 80 ó 90 dBA) contraen el estribo y no le llega a molestar. Claro que si ese nivel se prolonga durante horas, el músculo termina agotándose y se produce una sordera parcial y temporal. Es lo que se llama popularmente «salir sonado» de una discoteca o de un local cerrado con altavoces muy potentes. Cuando el oído descansa, esa sordera desaparece.

Insisto que el problema es para quienes son 'alérgicos' al ruido; deben extremar las precauciones y protegerse de sufrir 'traumas acústicos' muy reiterados, porque en su caso a la larga pueden producirse lesiones graves e irrecuperables.

Es conocido el caso de vecinos que sufren todos los fines de semana noches de estruendo por el botellón o porque viven encima de un local o una calle con mucho tráfico, o junto a unos vecinos muy ruidosos. ¿Cómo pueden protegerse?

La primera medida es aislarse del ruido, interponiendole las máximas barreras, para intentar reflejarlo al máximo hacia el exterior. Por ejemplo con ventanas dobles o de doble cristal y marcos convenientemente aislados y sellados. Tampoco hay que olvidar que el sonido no sólo se transmite por el aire, también a través del suelo, por vía ósea, por lo que en el suelo pueden colocarse tarimas flotantes o parquet y en las paredes cualquier aislante formado por varias capas o materias.

¿Cómo afectan problemas como los descritos en la pregunta anterior a la salud de quienes los sufren?

El ruido es algo muy subjetivo. El oído humano lo oye todo, pero sólo escucha y entiende ciertos sonidos de forma selectiva. Por ejemplo, en medio de la noche un sonido que pasa desapercibido durante el día puede acabar obsesionándonos si se repiten: la voz de un vecino que nos es antipático, el camión de la basura, gritos en la calle... Los sonidos del botellón son un caso típico, que puede llegar a causar insomnio y problemas síquicos importantes.

¿Entonces, si quienes sufren el botellón consiguen ignorar su ruido tendrían bastante ganado...?

Sí, ignorar en lo posible el ruido es un buen consejo, pero es algo muy difícil para quién no puede descansar y tiene trabajo al día siguiente. Yo parto de que no hay derecho a someter a unas personas a esa presión acústica y sicológica, es una injusticia.

¿Sólo hay ruido en la calle?

No. Quiero destacar por su gravedad el problema que hay de contaminación acústica en las aulas y patios de los colegios. El nivel de gritos, golpes, voces... es tremendo. No sólo por la potencia de esos sonidos, sino por las dificultades que añaden para la formación de niños menores de siete años que están todavía aprendiendo el lenguaje. Y no digamos para los que tienen algún problema de audición. Sólo hay que imaginarse los problemas para un pequeño en esta situación, que todos los días escucha palabras y conceptos nuevos, distinguiendo la voz del profesor en medio de una algarabía constante.

¿Necesitamos educarnos los extremeños en temas de sonido?

La verdad es que hablamos muy alto, comiéndonos sílabas y sin vocalizar los suficiente. Y para ser escuchado no hay que gritar, sino vocalizar lo mejor posible. Sería conveniente incidir en la 'educación de los sonidos'.

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