Málaga, 30/08/03 BotellónJuan Manuel VillalbaAyer mismo aparecían en este diario unas extensas crónicas sobre el problema del botellón. Y realmente es un problema quizá más complejo de lo que a priori pueda parecer. Es cierto que detrás del botellón aparece el fantasma del alcoholismo planeando sobre una juventud que ahora aguanta pero que más tarde, un poco más tarde, arruinará su vida con la repugnante adicción de esa sustancia tan normalizada. Nadie puede negar que en nuestra sociedad la presencia del alcohol es tan común como las moscas. O más. Creo que es una tarea imposible conseguir que los menores no ingieran alcohol, al menos en este país.Por otra parte está el problema urbano. Las concentraciones de jóvenes en lugares públicos y céntricos adquieren tal volumen que da miedo ponerse en el lugar de los vecinos que las padecen. Debe de ser un auténtico tormento quedarse en vela durante el ansiado fin de semana, tan esperado para poder descansar después de una asfixiante semana de trabajo. Entonces ¿cómo conseguir atajar el problema? Es evidente que el precio de las bebidas en los locales públicos junto con el escaso presupuesto con el que cuentan los jóvenes resumen el meollo del problema. Da igual alcohol o no alcohol. El precio de una miserable coca cola en la mayoría de los locales es ya de por sí abusivo y está claro que una noche de parranda no se sostiene con una coca cola. Si el alcohol no existiera el problema del botellón quizá fuese el mismo, la misma basura, el mismo ruido, idéntico mogollón, las mismas ganas de vivir y relacionarse bajo las estrellas. Los locales de copas abusan, y ahora, con el euro, todo se ha convertido en una locura. Pero a la juventud no hay quien la pare. De nada sirven amenazas de trabajos sociales, multas y otras chuminadas municipales. Si el ayuntamiento o el Estado quiere resolver este problema tendría que abolir la juventud, con toda la potencia que contiene, mediante un irreal decreto o algo parecido. El problema, en esencia, no es un problema, es sólo ganas de vivir. Miren a Imperio Argentina. Ella no practicaba el botellón aun teniendo en su cuenta, el día de su muerte, sólo cincuenta y tantos euros, quizá menos presupuesto del que disfrutan muchos de estos jóvenes que lo único de que padecen es de ganas de vivir.
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