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Albacete, 24/08/03
El estrés de los conejos, diez años de lucha
Constantino Sáez teme que las maniobras militares de septiembre afecten de nuevo a sus animales.
El cunicultor de Higueruela afirma que ha perdido más de cien millones de pesetas
D. CARCELÉN
El granjero de Higueruela Constantino Sáez, propietario de una explotación de conejos, lleva ya una década viendo con impotencia como sus animales mueren a causa del estrés que les provocan los ruidos del campo de maniobras de Chinchilla.
Esta situación, que denunció en 1993, lejos de atenuarse, se ha agravado con el paso de los años, hasta el punto que el cunicultor asegura que «ni con cien millones de pesetas tendrían dinero suficiente para indemnizarme».
Hace más de cuatro años, la Audiencia Nacional le dio la razón. Los tribunales consideraron hecho probado que sus conejos morían por las vibraciones que soportaban cada vez que se lanzaban las bombas de las maniobras. Sin embargo, después de ver como su granja pasaba de 3.000 a 300 conejas en sólo quince días, la única indemnización que recibió fue de 872.000 pesetas.
A pesar de todo, Sáez no se rinde. «La granja la mantengo como prueba y no la quitaré hasta que me indemnicen», comentaba ayer consciente de que en septiembre, cuando lo militares vuelvan a Chinchilla, su pesadilla continuará. Esta guerra ficticia a la que el Ejército somete a sus conejos ha llegado a matar a cincuenta en un solo día, sin olvidar que las hembras, asustadas por el ruido, se quedan estériles.
En los últimos diez años, Sáez ha recurrido al Defensor y a la Defensora del Pueblo, a los tribunales y a la Junta de Comunidades, pero nadie le da una solución. A este granjero sólo le queda el consuelo de que no se ha inventado nada. La Audiencia Nacional le dio la razón y, por tanto, no queda la menor duda de que sus conejos mueren por el ruido de unas maniobras militares que se desarrollan a menos de tres kilómetros de su granja. El problema está, según reconocía el cunicultor, en que «de la razón no se come».
A Constantino Sáez ya no le quedan ni fuerzas ni dinero para retomar la batalla legal. Después de tantos años de lucha, ha puesto sus esperanzas en el Gobierno regional, ya que, en su opinión, «si Bono es el presidente de todos los castellanomanchegos, tiene que darme una solución». Pero la respuesta no llega. En una década de insistentes intentos, no ha conseguido que el presidente de la Junta le escuche. Además, ni las protestas frente a la delegación de Defensa, con los conejos muertos, ni la música con la que trató de tranquilizar a sus animales dieron resultado.
Para colmo, este verano se ha encontrado con las bajas producidas por las altas temperaturas, por lo que se enfrentará a las maniobras militares con una granja de 300 conejos. «Si empiezan con fuerza, en dos días me dejan con menos de cincuenta animales», se lamentaba Sáez, quien ya en 1999 tuvo que buscarse un trabajo más seguro para hacer frente a las deudas. El viernes, sin ir más lejos, se desplazó hasta Albacete para entrevistarse con los bancos. Nunca pensó que un negocio en el que puso todas sus esperanzas le iba a buscar la ruina, de la misma manera que en 1987 le costaba imaginar que las misteriosas muertes de sus conejos tenían la respuesta en el campo de maniobras.
El caso es que en septiembre empieza de nuevo la pesadilla de un granjero que está en la ruina.
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