BCN ataja el 'botellón' en el centro pero hace la vista gorda en Gràcia
PATRICIA CASTÁN / MAURICIO BERNAL
En la plaza Reial, la operación antibotellón empezó temprano. Como si de una declaración municipal de principios se tratara, los empleados de BCNeta regaron con agua toda la plaza alrededor de las once de la noche del viernes, y obligaron a los juerguistas más madrugadores a posponer --eso creían ellos-- sus intenciones de aposentarse en el nada mullido suelo del lugar. Los 30 grados de temperatura nocturna secaron pronto la plaza, pero antes de la medianoche los agentes uniformados impidieron el botellón. QUEJAS VECINALES"No nos interesa que haya borrachos por aquí. Es una cuestión de imagen", explicó un policía. Sólo una semana antes, otros cuatro agentes que hacían la ronda toleraron el consumo de alcohol sin cortapisas y sólo denunciaron tímidamente a algún vendedor ilegal, como informó este diario. Pero la madrugada de ayer, los agentes no sólo impidieron a la gente instalarse en la plaza, sino que a todo el que vieron con una lata en la mano --los había con botellas de whisky escocés-- le recordaron que beber en la calle está prohibido (según las ordenanzas, cuando los urbanos consideran que el consumo resulta molesto a terceros). Los interpelados, casi todos turistas, alzaron los hombros y, sin más, se fueron marchando. Los controles se repitieron en la plaza de George Orwell, a pocos metros de allí. En las playas no hubo operación especial, pero, sorprendentemente, casi no hizo falta: el viernes por la noche estaban prácticamente vacías. Donde sí hubo botellón a destajo fue en la plaza del Sol. A medianoche, decenas de jóvenes, formando círculos en pequeños grupos, se atiborraron de cervezas. La mayoría eran latas vendidas por un regimiento de comerciantes ambulantes que, al parecer, se abastecen en súpers de inmigrantes de la zona. Otros trajeron litronas y botellas de vino. El presidente de la Associació de Veïns i Comerciants de la plaça del Sol, José Aureliano Fernández, realizó hasta la una de la madrugada tres llamadas a la Guardia Urbana para denunciar el botellón masivo. Otros empresarios hicieron lo mismo, pero tan sólo pudo verse a un par de agentes reprender a un consumidor y marcharse sin tan siquiera cruzar la plaza.
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