Madrid, 10/2/2002 EditorialLa incultura del «botellón»El 58 por ciento de los jóvenes entre 14 y 18 años consume habitualmente alcohol, y casi el 12 por ciento abusivamente los fines de semana. Más de la mitad regresan a sus casas más tarde de las dos de la madrugada. En toda España se generaliza la práctica del «botellón», el consumo masivo de alcohol en la calle. Se olvida, como consecuencia de una insensata tolerancia social hacia su consumo, que esta sustancia es una droga peligrosa y se asume la falacia de que la diversión se encuentra vinculada a la enajenación que provoca.La normativa sobre el consumo de alcohol es en parte municipal, autonómica y nacional. El Gobierno prepara una norma legal de ámbito nacional cuya aprobación se prevé para el próximo año. En algunas ciudades se han aplicado ya dispositivos policiales para impedir la práctica de esas concentraciones masivas de bebedores adolescentes. La represión es necesaria, tanto para proteger a los menores de edad, que no pueden invocar el ejercicio de su autonomía, como para salvaguardar el descanso de los ciudadanos y el orden ciudadano. Pero por sí sola no basta, si no se diagnostican las causas del problema y se le pone remedio. Pero al hacerlo conviene huir de los prejuicios y del paternalismo. La responsabilidad es general, pues afecta al sistema de valores de la sociedad. Este es uno de los frutos podridos de la permisividad y de la crisis de valores. No es cierto que los jóvenes carezcan de alternativas al «botellón». Probablemente sea esta la generación que goza de más medios en la reciente historia de España: teatros, bibliotecas, cines, ordenadores, instalaciones deportivas... El «botellón» no es el único recurso, sino una opción deliberada que elimina muchas otras. Las causas habrá que detectarlas en el sistema de valores que se les transmite a los jóvenes. Y en este sentido, la responsabilidad de los padres y de los educadores no es pequeña. Los padres muchas veces miran hacia otro lado y no saben o no quieren saber. Los educadores, a veces, reducen su labor a las tareas informativas, pensando que las formativas incumben sólo a las familias o a las iglesias. El próximo martes, un congreso internacional sobre «Jóvenes, noche y alcohol» reunirá a más de 1.400 expertos. El fenómeno no es nuevo. Pero sí lo es su magnitud. Nunca el consumo de alcohol entre los jóvenes alcanzó este carácter masivo. También es nueva la búsqueda deliberada de la embriaguez como forma de diversión. La ley que prepara el Gobierno, que llega algo tarde, no podrá ser enteramente eficaz, si no se combina con medidas preventivas en el ámbito educativo y de la formación en torno a los valores.
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