Expertos en decibelios (Sobre el valor del decibelio)

Por Manuel Rejano de la Rosa

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Hay cuestiones importantes y serias como la teología, la metafísica o la futurología que sólo abordan algunos eruditos. Otras como pintar, escribir, leer también resultan muy interesantes aunque solo los artistas y genios se atreven. Del ruido opinan muchos técnicos, médicos, letrados, etc. Ya se sabe que “tirando del hilo se encuentra el ovillo”, pues eso se trata de argumentar o presentar puntos de vistas a favor y en contra de los especialistas o expertos en el tema de acústica y después cada cual saque sus conclusiones.

Leyendo un libro se me ocurrió la idea de anotar algunas palabras relacionadas ¡cómo no! con el ruido, y aunque fueron apareciendo de forma aleatoria, posteriormente las agrupé según determinada vinculación ya sea con personas, animales o cosas. Dentro del segundo grupo anoté: relincho, mugido, gruñido, aullido, ladrido, maullido, ronroneo, arrullo, rebuzno, bramido, bufido, etc. En el tercer grupo señalé algunos más o menos agradables como el gorgoteo del agua, el crepitar de las llamas, el tañir de las campanas y el tintineo de metales, también habría que añadir sonidos típicos de la ciudad como chirridos, golpeteos, martillazos, frenazos... y otros ruidos estridentes. Además en dicha recopilación incluyo los producidos por la especie humana, como ronquidos, llantos, suspiros, cantos, resoplidos... De todas formas a quien le interese le informaré del titulo y autor del libro, no es el momento de hacer propaganda.

Pero lo interesante empieza cuando intervienen los expertos, entonces al elucubrar se analizan las diferencias entre un aullido y un ladrido la cuestión en este caso se centra en valorar la intensidad y la frecuencia (los decibelios y los hertzios), mientras que entre el maullido y el ronroneo del gato se trata de distinguir lo que son vibraciones y ruidos, tanto han estudiado en este asunto del ronroneo que los expertos opinan que en el ronroneo de los gatos y de otros felinos se origina a una frecuencia característica que es responsable de la curación de problemas óseos de dichos animales. ¡Mira que si después de todo, se descubre que tanto el ruido como las vibraciones tienen un efecto positivo para la circulación o la vejez! Todo es cuestión que algún súper-experto diga algo curioso, así pasó con el aceite de oliva frente al de girasol y tantas otras cuestiones igualmente contradictorias y que están en proceso de investigación.

Explicar y comprender el fenómeno de ruido con precisión es una tarea difícil, intervienen muchos parámetros. Entre otros la intensidad y presión sonora, el espectro en frecuencia, la duración y evolución de la exposición, la respuesta subjetiva que el ruido provoca en los individuos, etc.

Para aclarar los conceptos complicados frecuentemente se acude a analogías. Así en la naturaleza se observa muchos fenómenos que son raramente uniformes. Las magnitudes físicas que lo representan fluctúan alrededor de ciertos valores y sólo cuando dichas fluctuaciones se desprecian es fácil deducir unas leyes sencillas para interpretar dichos fenómenos. Esto ocurre con el ruido y las vibraciones cuya explicación se simplifica considerando la teoría de los movimientos senoidales.

Otros fenómenos naturales se consideran que varían de forma continua, pasan progresivamente de un estado a otro sin darnos cuenta, tal situación se produce en el tránsito de niño a adulto y lo mismo ocurre con las sensaciones cuando se pesa de frío a calor. La cuestión se resuelve estableciendo unos valores límites, aunque el problema está que dichos valores se fijan de un modo arbitrario. Así, la mayoría de edad se fija a los 18 años y para la temperatura se establece los 22º C como la optima de confort.

Con el ruido ocurre lo mismo, se establece como valor límite de confort un valor continúo equivalente de 35 dBA. Pero cuando se mide se obtienen valores de 35.1 ó 34.9 dBA ¿significa que se ha superado la frontera entre lo bueno y lo malo? En este caso el problema de superación de niveles se soluciona fácilmente, sí eliminamos los dígitos situados a la derecha de la coma, entonces sólo tendríamos problema cuando se rebasen los 36 dBA. Pero la incógnita sigue ¿por qué se considera 35 como valor tope? Por ello opino que para resolver el dilema del valor umbral lo mejor sería fijar un intervalo y para evaluar los problemas de ruido habría que indicar otros parámetros complementarios como el ruido de fondo, el tráfico, el horario, los picos, la intermitencia, etc.

Pero de nuevo los expertos preguntan ¿Cuál es el valor límite de los parámetros? ¿Con qué equipo se realiza las mediciones?, ¿por qué se emplea el valor equivalente y se olvida el valor máximo?, ¿cuándo son representativas las mediciones?, ¿todas las normativas municipal, autonómica, estatal o comunitaria indican el mismo valor límite?, ¿todas las personas reaccionan de igual forma? En fin, la cuestión se complica cada vez más a medida que profundizamos en el tema, aunque también habría que preguntarse ¿cuando es necesario realizar un estudio inicial, básico o detallado, en función de la proximidad al valor límite? En definitiva, respecto los valores límites se puede indicar que el asunto es relativo y arbitrario.

Las Directivas, Leyes y Ordenanzas referidas al ruido, todas pretenden ordenar, medir, evaluar y controlar el ruido, pero son finalmente los expertos quienes elaboran, interpretan y proponen las soluciones. Cuando el ruido se encorseta mediante formulas más o menos complejas, gráficos, ábacos, etc. que finalmente reducimos a un número mágico que expresamos en decibelios y además adornados con subíndices, paréntesis y con operadores algebraicos, que los especialistas utilizan frecuentemente y a veces sólo ellos son capaces de entender.

Pero las cuestiones claves siguen aún sin resolverse ¿quién le pone el cascabel al gato a la hora de encontrar el culpable? ¿quién se atreverá a proponer soluciones a los problemas de ruido? y finalmente ¿alguien ha preguntado al vecino qué ruido le molesta? ¿y quién paga el arreglo, si es que lo tiene?

Sí analizamos la cuestión desde el punto de vista económico, resulta relativamente fácil calcular lo que cuesta reducir el ruido en uno o varios decibelios para unas condiciones dadas. Incluso se podría estimar la curva que relaciona dicho coste con cada nivel de ruido. Pero... ¿se puede estimar el precio que la sociedad estaría dispuesta a pagar por el silencio? La respuesta sigue siendo bastante compleja, porque resulta muy difícil traducir a euros el coste de la pérdida de la audición, el coste por la perturbación del sueño o el coste de las jornadas perdidas debido al ruido ¿esto es posible? Los expertos ya tienen la solución, han estimado que el coste social del ruido en la comunidad europea oscila entre 2 y 5 billones de euros (aunque la precisión deja bastante que desear). Hay otro dato interesante, se estima en un euro por cada ciudadano europeo el coste de realización de los mapas de ruidos en las grandes aglomeraciones (ciudades con más de 100.000 habitantes), los grandes ejes viarios y ferroviarios. Sin comentario sobre el origen y destino de esas perrillas, perdón millones de euros.

Los distintos países, comunidades y municipios podarán fijar los niveles límites en decibelios que están dispuestos a soportar. Mientras tanto nos conformaremos bien, con un confort general previsto por los expertos (café para todos) o particularmente cada uno buscará su mejor solución frente al ruido (como Juan Palomo). Como conclusión final pienso que ante tantos interrogantes lo mejor es aplicar el sentido común.

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